Crónica de una fiesta escolar

INICIO Y ORDEN DE APARICION
Las fiestas de fin de curso son un cruce entre las verbenas de fiesta mayor de pueblos y barrios, todos al montón con críos de todas las edades corriendo por todas partes.
También vendría a ser como una boda ruidosa y multitudinaria pero sin trajes de gala en la que ni la iglesia ni la autoridad reinante tienen nada que unir ni posteriormente separar: Tenemos oficiante, ceremonia, comilona y baile final. La única diferencia es que los convidados son todos de distinta familia y se traen la comida de casa.
Ahí es donde se nota la diferencia de pensamiento: los progres todos con ensaladas y productos naturales aunque los crios se pasan la fiesta comiendo porquerías, los que tienen quien se la haga se traen fiambreras o tuppers llenos de comida para alimentar a un regimiento, los pragmáticos se traen bocadillos, y los que no piensan mucho se van delante del cole que hay una pizzería y se traen pizzas, cortadas ese sí, o se van al McDonald que está ahí al lado. Como saben de la campaña que hemos emprendido contra la comida basura, disimulando exclaman: un día es un día (aunque alguno parece que está abonado).
En mi colegio la fiesta se celebra alrededor del día en que acaba el curso, pues depende de que los vecinos den su autorización para aguantar el chunda chunda de la gramola hasta las 12 de la noche. Si el vecino dice no, o bailamos el baile de san Vito con música de mosquitos trompeteros o lo aplazamos hasta que el comprensivo señor se despierte tarde de la siesta y se ponga los tapones de cera en una delicada parte de su cuerpo.
La fiesta suele empezar a las 7,30 lo que no es motivo para que los niños no lleguen 2 horas antes.
Los primeros en aparecer son los medianos, los que son suficientemente mayores para ir al colegio solos (casi todo chicos) y no hay manera de tenerlos entretenidos ni con la tele, ni con los juegos ni con la siesta. También se da el caso de que algunos padres piensan que la maestra va a estar 3 meses sin verlos y que al menos que se despida a gusto y no escatime tiempo y los mandan convencidos de que me hacen un favor.
Llegan hechos un pimpollo, limpios y repeinados. Unos angelitos. Pero a las 7, después de 2 horas, el angelito es un ángel con los pies de barro y la camiseta sudada. Una gloria de ver.
En cuanto se abren las puertas, cual dia de rebajas en el Corte Inglés entran despavoridos para ir directamente a la pista de futbol a jugar que es lo que verdaderamente les importa. Y allí se quedan hasta la hora de cenar o hasta que alguien (los mayores los echan de la pista)
Después llegan los más pequeños con los padres y los hermanitos en cochecitos variados, cargados con un arsenal de potitos, pañales, toallitas, ropa de muda por si acaso, juguetes y demás que olvidan al momento en cuanto pueden correr libres por ahí.
Y por último los mayores y los padres de los alumnos que hace horas que abandonaron el nido familiar
Como se supone que es la fiesta de los mayores y no van a volver, echan el resto y hay que ver la metamorfosis de las chicas: ganan 5 años en horas en todos los aspectos incluido el de la crítica a los vestidos y complementos. Ellos por su parte, no dejan el pantalón media caña, la camiseta y las deportivas ultima generación que parecen tanques y con los bosillos llentos de petardos que como exploten ríete tu de los mártires de Hamas.
Y empieza el programa:

Y empieza el programa:
Animación infantil para los más pequeños. Sinceramente creo que se hace para que este trío se gane uno eurillos o para unir lazos generacionales a través de las canciones de toda la vida. A estas alturas los pequeños están más interesados en el chiki chicki o en Bustamente que en En Joan petit quan balla… pero da gusto ver a los padres bailar canciones infantiles. No veas cuando se tienen que tirar al suelo o tocarse esta parte del cuerpo con la nariz. Hay alguno que para impresionar lo baila todo, que ya es mérito con la edad y la barriga y lo único que consigue es que todos temamos por una hernia.
Eso dura poco, más que nada porque los padres no aguantan. En cuanto el grupo los ve rojos y sin resuello, se acabó la actuación, no vayamos a tener un disgusto.
Le sigue la entrega de orlas a los mayores. Es toda una paradoja. En la primera fila que es donde se oye bien se sientan todos los niños pequeños, que ni les va ni les viene. Montan un jaleo que impide oir nada dos filas más atrás. El único momento en el que hubo silencio fue cuando uno que tenia una bolsa de ganchitos, se le rompió y se lanzaron todos al ataque hasta no dejar ninguno, mientras las madres desesperadas les decian que del suelo no se come nada. Si vieran lo que ocurre a la hora del patio les daba un ataque. Es una idea que pienso madurar para el año que viene.
La ceremonia solo sirve para que los papás saquen fotos y videos de los retoños, lo cuales suben a recoger la orla de manos de l@s profesor@s a la que besan, en ocasiones con repelús por ambas partes ya que durante todo el curso ha estado uno en el pasillo y la otra al borde de un ataque de nervios. Pero todo se olvida y todos tienen sus orlas incluidos los que han suspendido hasta el recreo.
Y hecho el discurso final por parte del director que el pobre tiene plena conciencia de que los pequeños de delante ya no aguantan más, que los padres ya han sacado fotos de frente y perfil y de que quien mas quien menos tiene hambre (y de que no le escucha ni el micro) remata la ceremonia con un mini discurso que no tiene tiempo de acabar que ya empieza la gente organizase para cenar. Lo cual significa que cada uno arrambla con mesas, sillas y todo lo que puede para hacer más cómodo el convite de los suyos y dejar de pie a los menos espabilados.
Y a cenar toca

FIN DE FIESTA
Mientras unos sacan platos y cubiertos, pasan el trapo y adecentan la mesa poniendo las cosas en su sitio, otros simplemente sacan el kleenex y lo pasan por la mesa, que no se diga que no uno no tiene clase.
Y luego viene la comida, en cantidad por supuesto que con la huelga de transporte se acaparó de todo y mucho y hay que gastarla no sea cosa que caduque.
Y pasan, como volando por encima de las cabezas, haciendo honor al nombre de “comida rápida” cajas de pizza y bolsitas del McDonald en una amalgama de olores que te quitan el apetito
También están los que no han traído nada y esperan a ver si les cae algo, que seguro que si, que hay de sobra.
Y los críos por ahí corriendo con la mamá o el papá con la cena en la mano, metiéndosela como con embudo para que acabe de una vez y ellos puedan cenar.
Se cena con banda sonora, para que vas a hablar, si lo único que conseguirás es quedarte afónico y con la calidad de la megafonía que resuena por todo el patio no sabes si se va a caer la pared, te vas a quedar sordo o directamente lelo por el mensaje de la canción.
Mientras tanto los críos todos encima de la tarima saltando y corriendo el riesgo de que se rompa y tengamos un disgusto, pero que si los padres no dicen nada yo tampoco (convencida estoy de que esperan que me levante y ponga orden, pero yo no me doy por aludida)
Acabada la cena hay un intento de bailar. Se apartan mesas y sillas con lo que quedamos todos ahí pegados contra la pared y para salir a la pista tienes que hacer un tetris en vivo y en directo.
Bailar lo que se dice bailar no sé pero movernos y dar saltos al compás de la música si. De hecho sólo bailamos las niñas, los pequeños y algún profe y padres lanzados. Yo ruego para que no lo graven que la competencia entre quien hace más el ridículo está muy reñida
Los alumnos mayores se han esfumado al rincón mas oscuro ( sin mal pensar) separados por sexos. Ellas para cotillear, cambiarse prendas y llorar a moco tendido añorando los viejos tiempos, ellos para lanzar petardos y jugar al futbol en lucha con los pequeños por el campo de futbito.
Mientras esto ocurre un grupo de mis alumnos que pasan de bailar se han metido en las duchas y se han mojado hasta los muslos. Aparecen por la pista cual zombis, andando como pueden y dejando un reguero de agua por donde pasan. Los padres se rien (los de los otros) o les miran con cara de: en cuanto lleguemos a casa veras tu lo que vale un peine.
Y llegamos a la hora fatídica en que se acaba el baile. Como por arte de magia, los que estaban medio dormidos se desvelan y montan un cirio porque no se quieren ir. Las niñas lloran con más ganas, los chicos queman los últimos petardos y el vecino nos hace señas que como dure 5 minutos más nos manda una tanqueta de policia para cerrar el chiringuito.
Y como broche final, se apaga la luz del patio, que cuando lleva mucho rato encendida salta el fusible, cosa que aprovechamos todos para irnos a dormir no sin antes recoger los desperdicios que por algo somos un colegio y tenemos que dar ejemplo.