No es que no me guste ir al médico, la verdad, pero es que cada vez que voy porque me duele algo, acaban medicándome para otra dolencia que ni sabia que tenía y muchas veces ni siquiera que existía.
Es que los médicos, en su afán de que estemos todos sanos y fuertes, no dejan nada por observar, nada por analizar y al final siempre acaban encontrando algo: un bultito sospechoso, una sombra peligrosa o un fluido que se pasó de lado. Por suerte la mayoría de las veces no es más que un excesivo celo por parte del galeno, pero esto no quita para que te den un susto de muerte, que te suba la tensión y que te pases una semana escuchando cualquier ruidito sospechoso de cabeza hacia abajo y pensando gastarte toda la pasta para despedirte a lo grande.
Desde hace unos días me duele el oído. Como soy muy terca, espero a no poder más para pedir hora, porque a la que me descuide, en vez de decirme qué tengo, empiezo con un vía crucis de pruebas a cual más impactante: scaners, resonancias, endoscopias…que me tienen de acá para allá, con el ay! en el cuerpo para resultar que con un poco de antibiótico y una caja de Gelocatil iba sobrada.
Ayer me decidí a pedir hora, pero resulta que el doctor estaba de vacaciones y que me tenía que esperar 15 días para solucionar el problema. Yo sí puedo esperar, pero mi oído no, ademas de que esta noche se ha dedicado a embadurnar almohadas y darme dolores que no le deseo no a mi peor enemigo.
Total que esta mañana me he ido a urgencias atiborrada de sudokus, que es lo que más me distrae en estos casos y me impide no sólo sentir dolor sino fijarme en el personal que va por ahí contando sus miserias aunque no me ha servido de nada.
Porque vamos a ver, para qué quiero yo saber que el señor gordito está de azúcar hasta las orejas, que la señora tiene gastritis y que el joven se ha roto el dedo dándole a la Play. Pues nada, ahí todo quisqui explicando miserias.
Aunque esto no es lo peor, lo peor ha venido cuando alguien ha soltado la pregunta fatídica: ¿Y a usted, qué le pasa? Aquí viene cuando todo el mundo se ha lanzado a enumerar síntomas de diversa catadura, a cual más extraño, peleas ha habido por ver quien tenie la cosa más rara y más mala enumerando si era necesario cuantas personas hay en el mundo con tan rara enfermedad o la de muertos que provoca, aterrando al personal, incluida yo, que ha pensado:
¡coño, esto también me pasa a mi!
Con lo cual entré por una otitis y salí pensado que necesitas una colonoescopia o algo similar ya!
En fin, que cuando me han avisado por los altavoces, me ha entrado un alivio que no he besado al médico que iba a atenderme, de milagro.
El médico que me ha atendido en principio tenia buena pinta, alto, con el pelo largo recogido y un pendiente que le daba un cierto aire de roquero acomodado.
Sólo abrir la boca ya comprobé que no íbamos bien:- En castellano, que no la entiendo. Y esto que solo dije:
- bon dia, que lo usa hasta el Boadella y mira que es reticente.
Total que el pibe, era de allende los mares y debía ser o recién llegado o zoquete y para no tener conflictos he dicho lo menos posible.
El Sr. doctor cuando le he explicado el problema me ha mirado con cara de pensar: chalada hipocondríaca, a lo que yo he respondido con la mirada: como no me atiendas bien te pido el título homologado por la UAB. Y en tablas hemos quedado. Bueno, al final ha ganado él porque me ha empezado a hurgar el pabellón auditivo con una saña que he visto hasta Casiopea y Aldebarán sin telescopio.
Ha acabado dándome la razón, que tenía algo en el oído y me ha pegado una bronca por esperar hasta que no oigo ni mis pensamientos para acudir al médico y que llamará al especialista para que me eche una ojeada.
Le he dicho que la próxima vez no dudaré en ir a un especialista (que sepa entenderme en mi lengua o que sea al menos más educado con el país que le ha acogido. Esto fue un pensamiento interior).
Como parece que tenia el día bueno, el especialista que ha entrado con el pibe era clavadito al Tornasol de la serie Tintin, bata blanca, gafitas, barba de chivo y pelo rizado incluido; la risa que me ha entrado ha compensado el mal trago lingüístico del principio.
El especialista, muy amable y con unas manos suaves y comprensivas me ha mirado, me ha puesto aparatitos por todos los agujeros de mi cabeza y ha llegado la conclusión de que tengo una infección de caballo, lo que viniendo de un especialista parece más grave y me ha llenado de antibióticos para matar toda la fauna que pulula por mi oído hasta su total extinción.
Después de despedirse, gritando más de lo necesario, pues debe pensar que la infección me ha dejado sorda, el pibe me ha escrito las recetas. Y como no hay dos sin tres, resulta que el aguerrido doctor se llamaba Troyano de apellido, cosa que le iba al pelo. Me ha hurgado, me ha molestado, no me ha entendido y encima ha tenido que venir un especialista a arreglarme.
Espero con impaciencia volver a ir a para ver si me atiende la Castafiori o un Boot o mejor un joke que al menos saldré pensando que el rincón del cómic está en todas partes.
Tema: VISITA AL MÉDICO 
Mar Jul 08, 2008 9:47 pm