Invitados a comer

El hecho de tener invitados a comer, me trajo a la memoria mi invitado number one: mi sobrino que suele venir a menudo. No es que me sepa mal que venga, que para algo soy su tía preferida pero es que mi sobrino es de los que a las 2 del mediodía te dice que viene a comer y que quiere lasaña, a poder ser de carne y con mucha bechamel. Y una que ya lo conoce, le hace unos huevos fritos acompañados con patatas de bolsa y disfruta viendole comer con un apetito que dirías que se está comiendo la lasaña y como es muy despistado no suelo decirle nada, no sea que saber la verdad le pueda cortar la digestión.
La última vez que vino, avisó con diez minutos de antelación para que tuviera tiempo de preparar los canalones, el fricandó o una paella según me comentó que le apetecía. Es así, el tiempo de cocer los alimentos es un misterio que algún día le tendré que explicar y también la diferencia entre solo y acompañado que ya comenté que los números no son lo suyo.
Mi sobrino fiel a la tradición se trajo 3 colegas. Dos chicos y una chica: Calvin Kline azul, Calvin Kline gris y no se sabe, pues no creo que ella pudiera llevar nada tan abajo. Sinceramente entiendo que alguien quiera lucir músculo, culo, tetas, piernas…lo que sea que tengas para lucir pero que casi te mates por llevar los pantalones a media pierna para hacer publicidad gratuita de una marca, se me escapa la verdad.
Mi madre que no se calla una, no paraba de decir que se subieran los pantalones que ya les había visto hasta el “siriní” expresión suya que no quiero averiguar hasta donde llega.
Yo no tenía para comer más que tostadas de pimiento con anchoas y gambas que habían sobrado y que aproveché preparando una salsa tártara para acompañarlas.Cuando preguntaron y dije el nombre, la pobre salsa suscitó toda clase de miradas extrañas, entre la sospecha, el asco y la expectación por parte de la juventud. Los jóvenes de hoy en día creo que no es que no les guste comer bien ni sano, lo que no les gusta es probar nuevos alimentos pues como ya prueban de todo, en esto son de lo más tradicionales.
Aunque en algunos casos son exigentes y algo tiquismiquis. Yo, si voy de invitado inesperado, me conformo con lo que me pongan y me como hasta la sopa, que mira que me gusta poco.
La chica lo primero que dijo fue que animales muertos no comía, a lo que le respondí que nosotros lo que no comíamos era animales vivos pero que si le venían de gusto, en el jardín tenia unos grillos que me haría un favor si se los zampaba que eran una lata. Mi sobrino que debía tener expectativas y no precisamente de comer con la chica y salió en su defensa, alegando que tengo mucho sentido del humor y que se comiera las galletas con chocolate que encontró por ahí. Esas galletas la guardo para cuando me entran depresiones raras y no puedo ir a gastar pasta por estar todo cerrado.
Los colegas tenían más hambre que pelo y no veían el momento de hincarle el diente a las tostadas y las gambas. No dejaron nada. Bueno se dejaron la salsa tártara que fue lo que mi madre y yo acabamos comiendo, mojando en ella patatas chip. Oye, que no estaba nada mal. Mi madre incluso rebanó el cuenco con el dedo. Igual he inventado algo nuevo y algún espabilado se me adelanta y lo patenta.
De postre les dejé el melón. Se lo comieron todo, hasta alguna pepita les vi pelar. Menos la chica que como estaba en casa de hace unos días, debía pensar que además de muerto estaría en estado de descomposición.
Y para acabar les dije que si querían café o hierba. Casi pude oír el engranaje de su mente al oír la palabra hierba. Se les iluminó el semblante y subí todos los escalones que hay que subir para ponerme en un pedestal. Pedestal del que me bajaron cuando me mi madre dijo: yo quiero un poleo menta.
Rehusaron tomar hierbas, al menos en infusión y después de llevar los platos a la cocina se fueron tan felices.
Mi madre, mientras se tomaba su infusión me dijo: a ver cuando me hacer esta sopita tan buena que me has preparado hoy, que siempre me das verdura y cosas a la plancha. No dije nada, sólo me quede rezando que la salsa no tuviera ninguna contraindicación con la cantidad de pastillas que se toma y me diera la tarde.

Que chulo el relato... yo seré rara, pero me pongo muy nerviosa cuando se critica la comida que otro hace... es que no lo puedo soportar. Hasta en máxima confianza, en familia y así, que me enfado interiormente se alguien se queja salado, no salado, mejor con más orégano... grrrrrrrr. Y si a mí no me gusta o sé que me va a hacer daño intento disimular lo mejor que puedo... mira que para otras cosas no soy tan correctita, pero lo de la comida es que me puede.
Besos, Quasi, debes de cocinar bien tú... qué suerte.

Quasi, tu relato estupendo... A tu sobrino mándamelo a casa con la niña esa que los espabilo en un minuto... En plan, o te comes lo que hay o te quedas sin comer. Las gerucerías son para los que se lo comen todo (eso se lo hacemos a una amiga muy rarita con la comida, que cuando viene al final siempre quiero omer solo chocolate y sino come ensalada al menos como q se va sin comer... yo creo que lo suyo es adicción)

¿A tu madre le sentó bien la salsa?

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Yo tengo cuatro sobrinos, tres chicas y un chico. Tod@s andan por la vida enseñando el "siriní" . Eso sí, comer, menos el chico (que sale a su padre, que no es de mi familia ), comen de todo y mira que yo hago cosas raras.