Un cerdo en casa

Mi amiga Maru tiene un cerdo. No me refiero a su marido, sino al de toda la vida, el cerdo del chorizo y del jamón. Vale la pena aclararlo que con tanto transgénico y tanta mutación la gente está confundida.
Eso lo descubrí el otro día y no veas la sorpresa que me llevé cuando al visitarla , me recibió con un cerdito en brazos. La verdad es que no era feo el animal, con esa piel sonrosada y llena de pelillos. No pude evitar pensar en aquellos turistas que llegan nuestro país, rosaditos y risueños, antes de someterse a una descarga de rayos uva natural, previo rebozado cremoso factor 120.
Lo que más me sorprendió fue que ella, una urbanita obsesionada con el diseño y la limpieza se hubiera agenciado tal bicho. Cuando me lo enseñó un ligero rubor llenó sus mejillas, en armonía con el cerdito, que no sé si por estar tanto tiempo en sus brazos o que en la casa la calefacción alcanzaba niveles que ni en agosto, parecía de chicle.
Yo creo que el rubor era debido a que tenía en mente lo que yo estaba pensando:-¿Qué demonios haces tú con ese cerdo? Y ella, soltando al cerdito para que campara por sus anchas, quiso hacer comprensible a mis escépticos ojos tan cochino capricho. Y armándose de valor se decidió a comentarme las excelencias del animalito, lo cariñoso, atento y juguetón que era, la compañía que le hacía y lo listo que le había salido. Y la verdad es que el cerdo se veía graciosos con su colita rizada, un tirabuzón inquieto que se movía al compás de sus diminutos pasos, pero listo no lo veía yo aunque lo seguía mirando. En realidad no veía más que un pequeño lechón cuyas virtudes no iban más allá que las de un buen cochinillo al horno
-Se llama Enrique y es ibérico-. Sólo me faltó esto. Se me hizo la boca agua al imaginar un jamón a lonchas, curado y sabroso encima de una rebanada de pan con tomate. Maru creo que me adivinó el pensamiento, pues escondió disimuladamente el cuchillo con que estaba partiendo la tarta de chocolate con la que me agasajaba.
No quedamos las dos mirando las monerías que hacía el cerdito, con que gracia su colita se rizaba entre los dedos de mi amiga y con que fruición se comió el trozo de tarta que mi amiga le dio. Y para dar fe de que era un cerdo, se embadurnó bien la cara de chocolate, quedando el rosa camuflado bajo una capa marrón que se fue esparciendo dejando huellas inequívocas de su paso por todos lados.
Entre las dos se estableció un silencio incómodo, debido a que la pregunta no hecha revoloteaba sobre nosotras a la espera de salir disparada cual bala que sabe su destino pero que no tiene la dirección correcta.
Cuando el cerdo se metió a husmear entre mis piernas, fue el momento de preguntar, que no fuera a darle una patada involuntaria, lo lesionara y se acabara de golpe una gran amistad.
-¿Qué pinta ahí este cerdo?- directo al grano. Nada de dar rodeos que lo único que hacen es posponer el desenlace.
-¿Tu crees en la reencarnación?
- Yo creo en muchas cosas, pero no sé si la reencarnación es una de ellas-. No quise arriesgarme a decir lo que pensaba que estas preguntas suelen tener trampa. Decir que si implicaba tener un intercambio de opiniones que me hubieran dado dolor de cabeza y decir que no, una disertación sobre las virtudes de volver a vivir que no sé si estoy preparada para querer saber.
Supongo que leyó en mi cara lo que verdaderamente pensaba y sin darme tregua me relató la historia de tener tal huésped en la casa.
Mi amiga desde hace un tiempo, debido a que siente que el mundo gira en más de una dirección, aunque yo creo que más que girar rebota, empezó a buscar algo o mejor alguien acorde con su pensamiento trascendente. Un tipo de gente que no encuentra aquí su lugar y lo busca en otros parajes, cuanto más lejanos en el tiempo, en el espacio y en la lógica, mejor.
Y como hay mentes inquietas por todos lados, lo encontró en un grupo variopinto de personas descontentas, que buscaban una salida a su lío mental: hippies reconvertidos en bioprogres, obreros yuppies, banqueros honrados y señoras que mezclaban el Hola con Kierkegaard. Todos ellos fieles seguidores de un jefe-gurú medio paki, medio inglés y que era el alma de la reunión. Según mi amiga, un ser divino (ya me lo imagino yo) que le ha metido la cabeza llena de cerditos.
Durante sus largas y caras reuniones les explicó no sé que historia sobre la reencarnación. Resumiendo por no aburrir, lo que yo entendí y, que seguro que el jefe explicó durante 10 sesiones a 300€ la hora, es que antes, entre nosotros, los listos y avanzados occidentales la reencarnación tenia pocos seguidores, por lo que podían elegir quien fue su anterior reencarnación: Napoleón, Cleopatra, Nerón, y una variedad de personajes famosos y dignos de figurar en la wikipedia y los que no recordaban el ancestro, esperaban reencarnarse en alguien a la altura de sus expectativas.
Con el paso del tiempo y a medida que más gente se apuntó a la teoría de la reencarnación, se tuvo que echar mano del pueblo llano. No había bastantes vip en la historia para contentar a todos ni como reencarnación ni para reencarnase.
En la actualidad los seguidores de esta corriente son tantos, y al paso que va el aumento de la población reencarnarse en alguien que tenga dos patas va a ser un lujo, solo al alcance de algunos privilegiados que seguro que ya se han comprado el pase a mejor vida y pagado con la visa platino. Los que no tienen tanto, se han convencido de que es posible otra vida en el cuerpo de un animal y mi amiga, ante la posibilidad que le toque ser una cucaracha, una rata o un cerdo, ha preferido elegir la último que el jefe-gurú les ha asegurado que cuenten con ello, eso si, siguiendo sus instrucciones, las cuales irá suministrando poco a poco en sus sesiones.
Por esto se ha traído a casa un congénere, para hacer amistad y aprender costumbres, que luego una se reencarna en un cerdo y no sabe ni como saludar.
Yo tenía mis dudas pero al sonar por la tele la sintonía del telediario, aparecer las primeras imágenes y salir el cerdito disparado a esconderse bajo la mesita me impresionó y lo miré con otros ojos.
¿Y si fuera verdad y resulta que tenemos en casa la reencarnación de algún ser de otra época que vivió los años convulsos de nuestra historia? ¿y si es alguien que fue decisivo para la humanidad.?
Ahí me quedé meditando, mirando al cerdo que se estaba zampando un trozo de mi tarta que en un descuido dejé a su alcance y no pude por menos que bajarle del pedestal al que le había subido, pues mientras engullía el pastel y se embadurnaba de lo lindo, el cerdito me miraba con esos ojillos traviesos que eran clavados a los de un tío mío, muy guarro él, que se murió de un atracón de dulces.

Mmm, yo he decidido que me voy a comprar entonces... ¡¡¡una ardilla!!! Las veo mucho mas higiénicas, donde va a parar... Además dan eso saltitos, que parece que vuelan, y son tan monaaaaas...

He editado el tema y cambiado la foto porque esta es la que me inspiró la historia, lo que ocurre es que la perdí y hoy la he vuelto a recuperar. Así es que pongo la original y me guardo el cerdito guarrindongo para otra oportunidad

Que quieres que te diga? está muy bien el relato, y al ser largo uno piensa que se te puede hacer pesado, pero nada de eso, me ha gustado mucho chula.