¿QUIÉN ES EL ASESINO?

Hace unos días se me ocurrió hacer un relato de intriga, en el que se comete un asesinato y con pistas se encuentra el asesino.
Me gustaría someterlo a vuestro juicio y que digáis quien os parece que mató a Ernesto y por qué. Yo creo que lo he puesto fácil pero voy a ver que tal sois como CSI.


Los Madariaga de puertas a fuera eran lo que podía denominarse una familia normal, una familia cumplidora de sus deberes para con los suyos, atenta a los pequeños cuidados que hacen más agradable la vida del conjunto. En fin que se podía decir que eran una familia de clase alta ejemplo de discreción y lealtad.
Sin embargo la realidad era que los Madariaga se movían por la casa como se mueve una mosca atrapada en la red de una araña, sólo que la red estaba tejida de pasiones, de envidias y rencores a cual más siniestro y que verdaderamente poco hacían por agradarle la vida a los otros miembro de tan distinguido clan.
Eran orgullosos descendientes de una estirpe de ricos comerciantes que habían acumulado riqueza y poder, dones que ellos ahora se iban encargando de derrochar sin el más mínimo remordimiento.
Su relación con el resto de la humanidad se movía entre el parasito que se aprovecha de todo cuanto puede y la búsqueda incesante de alguien que les sacara de la aburrida apatía en la que se veían inmersos al no tener más expectativas que bostezar sin que se les notara mucho.
Su comportamiento soberbio y altanero, su desprecio por los que no podían aportarles ningún beneficio, les granjeaba no pocos enemigos y les cerraba puertas. Pero paradójicamente les abría otras, pues la naturaleza humana suele preferir lo que te hace daño a lo que te colma de parabienes
La madre, doña Marcelina Horbea de Madariaga era una mujer alta y elegante, hija de un fabricante catalán que aportó al matrimonio una fortuna considerable a cambio del privilegio de llamarse de Madariaga. Gustaba de pensar que parecía más joven de lo que era. Como consecuencia pasaba horas en recomponer lo que el tiempo le había ido arrugando
Tuvo con Román Madariaga cinco hijos, tres varones y dos hembras que si pudieran dejarían en pañales al propio Caín.
Jacobo el mayor, a sus 40 y pico de años viajaba por exóticos paraísos artificiales a la espera de encontrar lo que fuera que hallaba buscando y que variaba de cuando en cuando. Motivos tan estúpidos como no tener nada y gastar mucho le ataban cada vez más a la casa familiar, de la que había descubierto que podía afanar joyas y demás artículos con los que costearse los viajes si era discreto y prudente.
Bernardo, el segundo era un santurrón, envidioso de cuantos habían elegido la libertad de hacer lo que les daba la gana, sobre todo capaces de enfrentarse con madres autoritarias y exigentes. Misógino e hipócrita, descargaba su frustración apostando fuerte, como si el juego fuera el dardo con el que apuntar a todos los que él quería ver desaparecer. Sólo que el dardo le resultaba cada vez más caro de dirigir hacia otro que no fuera el mismo.
Marta, la tercera era una casada reincidente. Se casó joven, su matrimonio duró lo justo para darse cuenta de que sin dinero el amor le servía de bien poco. Venía con el envoltorio lo suficientemente proporcionado para que alguien con dinero y pedigrí la considerara digna de lucir en saraos de altura. Tópica y típica mujer de su clase, se volvió a casar con un bobalicón hijo de familia de abolengo que sólo servía para derrochar lo que sus ancestros habían ido acumulando y que bien poco le servía a ella como marido. Sin embargo esto parecía no importarle, pues no dudaba en buscar en alcobas ajenas lo que en la suya apenas podía imaginar
A continuación venía Fernando, amigo de botellas de licores varios, a poder ser de malta y con muchos años. Creía que el mundo era un lugar lleno de zancadillas a las que él no tenía la menor intención de exponerse, o al menos no sin antes haberse tomado su ración de alcohol para hacerle más ligero el salto. Sin el líquido amor de su vida podía pasar del humor dicharachero a una desenfrenada agresividad.
Y por último estaba Laura la alocada hija pequeña, revolucionaria con VISA platino. Indolente derrochadora, se quejaba del mundo que le tocaba vivir envuelta en efluvios de perfume prohibitivo a gentes corrientes mientras compraba prenda tras prenda en tiendas exclusivas cuyo importe ni siquiera se dignaba mirar

Pero todo cambió cuando apareció Ernesto, joven, guapo y elegante que trastornó por entero la vida de todos los miembros.
Su encanto lo llevo primero entre las sabanas de raso de la hija mayor, casada con el tipo bonachón e inútil que carecía de todo lo que Ernesto le ofrecía entre sus ardientes brazos. Sus encuentros acababan con la promesa firme de no revelar nunca sus secretos amoríos aunque Ernesto tenía su propia concepción de lo que podía ser o no ser secreto.
Esta relación aunque rezumaba lujuria no tenía el aliciente de una merecida y trabajada recompensa económica. Al conocerla, Ernesto reparó en que la viuda tendría lo que la hija no podía darle. Así que se lanzó a por la madre, a la que mientras le metía su encanto le sacó más de un motón de miles de euros con la promesa de exclusiva dedicación.
Laura fue un reto al que Ernesto no quiso renunciar, y aprovechó el desencanto de la joven por una sociedad que le daba de todo para enredarla por caminos de éxtasis de plástico.
La relación con las tres mujeres de la familia Madariaga le llevaron casi sin querer a conocer al resto de la familia. Poco a poco, con su encanto entre oscuro e inmoral, su capacidad para descubrir y aprovecharse de las miserias de cualquier ser humano y su inmisericorde e insaciable sed de dinero los fue atrayendo a su red y los envolvió en una tela de engaños, préstamos, chantajes y extorsiones que desembocaron en su asesinato con el cuchillo de trinchar el sábado antes de comer.

SE DESCUBRE EL CRIMEN

Lo que en otra familia hubiera sido un acontecimiento cuando menos digno de ponerle a uno los pelos de punta, los Madariaga se limitaron considerarlo una molestia y a mirar el cadáver entre el asco y la indiferencia con algún conato de rencor. Más temerosos por el escándalo que se le caería encima decidieron llamar a la policía pues enterrarlo en el jardín no les venía bien a estas horas
Fue Jacobo el encargado de avisar a la policía, que por algo era el mayor y por una vez se portó como un hombre.
Cuando ésta llegó se encontró una escena entre el drama y el sainete digna del mejor cine español aunque con pretensiones de cine negro.
Ernesto encima de la mesa con el cuchillo en la espalda era contemplado por los miembros de la familia como quien mira un cigarrillo que se quema y que nadie quiere apagar aunque se le meta el humo por la nariz.
La madre recién sacada del salón de belleza como si fuera un bollo recién horneado intentaba no preocuparse por no arrugar el ceño que sus euros le costaba tenerlo liso.
Su hija mayor lloraba mientras sostenía la bandeja con el pollo a medio trinchar, lejos de su marido que la miraba con desprecio, quizás por verla convertida en una vulgar mujer de su casa.
Fernando mostraba a las claras que había estrechado relaciones con la botella que tenía en la mano y con tanto ingerido apenas se tenía en pie.
Jacobo miraba al muerto, quizás con envidia y pensando en largarse cuanto antes a su recientemente adquirido paraíso que ya le estaba quemando el bolsillo gracias a las últimas piezas que le colocó al prestamista.
Bernardo mientras acariciaba las apuestas que venía de registrar sonreía sin disimulo con lo que el pensaba que era justicia divina. Justicia que le permitió ahorrarse tanto el dinero que le debía, que no sabía como pagarle, como las súplicas a su madre para que le aflojara dinero.
Por último Laura sacaba fotos con el móvil desde todos los ángulos para poder fanfarronear antes sus conocidos de tener un cadáver de verdad en el salón.

¿QUIÉN ES EL ASESINO?

Después de una minuciosa revisión del cadáver se dedujo que no llevaba ni dos horas muerto por lo que, una vez desechada la participación del servicio, uno de los miembros de la familia tuvo que ser el asesino pero:
¿Quien mató al pobre Ernesto?
¿Doña Marcelina la mamá envidiosa de jóvenes tersuras y coleccionista de amores y desamores mercantiles?
¿Bernardo, el cuarentón rígido y amargado que veía en los devaneos de Ernesto con las féminas un atentado a la dignidad de los valores tradicionales y al que debía dinero que era por derecho suyo?
¿Marta la casada infiel que temía perder estatus si salía su relación a la luz?
¿El marido cornudo, harto de que un mindundi se cepillara a su mujer y encima alardear de ello?
¿Federico, borracho confeso que no calibraba el alcance de su mal humor cuando se quedaba sin su preciado licor y que era motivo de burlas por parte del difunto?
¿Jacobo que sufría un chantaje bochornoso al ser descubierto por Ernesto con las manos en la masa cuando le robaba a la familia unos candelabros de la más fina plata?
¿O Lara cansada de que la persiguiera con requerimientos amorosos un tío del que ya se había cansado?

La solución fácil sin duda para más escarnio del pobre Ernesto.

Quasi, muy bien relatada la historia... y sinceramente yo no lo veo tan fácil de resolver pero bueno... Intentaré decir algo, jejejeje.

La verdad es que todos tienen motivos para matarle pero no se por qué yo me decanto por Marta; y no porque se revelara que le era infiel a su marido, que yo creo que eso hasta le daba igual, sino por descubrir que su amante seguía yendo detrás de su hermana pequeña (y hasta su madre). La vanidad de una mujer puede ser inmensa y descubrir que tú no eres suficiente... es un golpe duro para el ego. Además, por edad y gimnasio (que esta gente gusta mucho de los personal trainers), es lógico que pudiera introducir el puñal tanto, hasta casi la empuñadura...
Porque (y paso a dar mis razones de por qué no creo que sean los demás) al borrachilllo no me veo yo clavándolo tan hondo, que ya se sabe que estos cuando se ponen violentos muchas veces van a dar el puñetazo y se caen par el otro lado... Y lleva una buena tajada para ir en camiseta interior a la mesa, que quieres que te diga...
La pequeña, es demasiado pequeña para meterse en gimnasios e historias, y aunque las arrugas se mantengan a raya a base de botox, la madre no tiene pinta de tener mucha fuerza que digamos...
Además, el mayor que se dedica a viajar por lugares exóticos fijo que tenía un veneno o algo más disimulao para hacerlo; y el marido tiene una pinta de pasota y de señorito que no se ensucia las manos... como para matar a alguien...

ASí que para mi la cosa se quedaría entre el misógino apostador y la hija infiel... Y si contamos que la hija va vestia de rojo, color genial que disimula cualquier manchita de sangre que le habría podido saltar... y que en el pollo falta el cuchillo... Pues me quedo con Marta, jeje.

Ya me dirás si he acertado o no.

Bueno, aunque no acierte, el relato me ha entretenido y con eso me vale.
Luego leo a rochi y ya flipo, tu has leido mucho a agatha chistie!!!
Bueno, yo ceo que el asesino es un hombre, por lo que dice rochi de la fuerza, y creo que no hay mayor impulso para asesinar a alguien que sentirse traicionado, entonces creo que el pobre cornudito.

Yo voto por el marido cornudo. Creo que pilló a Ernesto metiéndole mano a Marta mientras cocinaba el pollo y con el mismo cuchillo de trincar se lo cargo... Me parece además, una escena esta del gusto de nuestra jefa, y me remito a sus palabras...

Primero dice... "su asesinato con el cuchillo de trinchar el sábado antes de comer."
Y después..."Su hija mayor lloraba mientras sostenía la bandeja con el pollo a medio trinchar, lejos de su marido que la miraba con desprecio, quizás por verla convertida en una vulgar mujer de su casa."
Así que, si estaba trinchando el pollo, o es la asesina o sabe quién lo hizo... y se pone lejos del marido a pleno llorar, es el marido, es el marido. Ese es mi voto.
Genial historia, sobre todo si acerté (es broma, chachi aunque yo sea una inútil Petra Delicado)

EPÍLOGO

Mientras Marta estaba disponiéndose a trinchar el pollo, entró su marido en la cocina. Ella se sorprendió porque no solía nunca pisar este territorio que consideraba exclusivo de las mujeres. Sin un saludo, ni tan siquiera un simple reconocimiento a la que era su mujer le espetó:
-Quiero el divorcio.
Y salió por la puerta trasera, con al abulia que solía mostrar, aunque quizás un poco molesto por los tramites por los que tendría que pasar y que le impedirían seguir con la rutina de su vida.
Mientras Marta lo veía marchar, observó como Ernesto lo miraba entrar en el coche con una sonrisa felina.
En aquel momento, su madre salía hacia el salón de belleza, no sin antes acariciar con un gesto lánguido el brazo desnudo de Ernesto, que le devolvió la caricia con una mirada llena de promesas. Mirada que Marta conocía bien y que le abrió la mente a lo que estaba sucediendo a sus espaldas.
Llamó a Ernesto y a bocajarro le dijo todo lo que pensaba, lo que había descubierto y le tildó de estúpido aprovechado. Le amenazó con no dejarle entrar más en la casa, en denunciarle a la policía y mil cosas más a las que Ernesto no sólo no hizo caso sino que en su propia cara puso los puntos sobre las íes de quien mandaba en la familia, y que veríamos quien se iría primero.
Marta, despechada y humillada cogió el cuchillo de trinchar, que tenía en aquellos momentos en la mano, y lo clavó con todas sus fuerzas en la espalda de Ernesto, cuando éste se dirigía soberbio y orgulloso a ponerse una copa del güisqui para celebrar su victoria sobre la familia Madariaga.

RochiCT escribió:

La vanidad de una mujer puede ser inmensa y descubrir que tú no eres suficiente... es un golpe duro para el ego..

Bieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeennnnn, (Me mola a mi esto del juego a lo Miss Marple... ¡¡¡quiero más!!! (Si, forofa de Agatha Christie desde que deje los cuentos Disney a los 6 años... que siempre me gustó mucho leer a mi... (Vale, a los 6 me pasé a Enid Blyton.... digamos a eso de los 10 que despues de los cinco quería yo más libros de misterios con secuestros...)

No era el marido de Marta... era Marta... Enhorabuena, Rochi, enhorabuena Quasi.